Colección María Alché
MARÍA ALCHÉ, SENDEROS QUE SE BIFURCAN
Por Isabel Orellana
Lo que pareciera conectar las heteróclitas narrativas que construye la cineasta trasandina en sus cortometrajes es la constante búsqueda de una nueva construcción del relato. María Alché estudia cine en la ENERC y en su primer corto, Quien Se Metió Con Mayra, vemos unas adolescentes que asemejan a cowboys en un suburbio bonaerense, en lo que parece ser un primer ejercicio de género en un western.
Luego de esto su acercamiento cambiaría de foco hacia una ficción en clave híbrida llamado Noelia, donde una adolescente llamada como el film se graba a sí misma luego de una pelea con su madre. La chica tiende a sobre-dramatizar su rol de victima mientras juega con distintos personajes, sin el consentimiento de los mismos. Así, se traslada de un hotel donde trabaja Valeria, a jugar con la chica del kiosco que vende Loto, pasando de ver unas abuelas seniles en una casa de retiro. Noelia es delirante y al momento en que la vemos volver a casa ya no sabemos a ciencia cierta si el juego sigue o es realidad.
Su corto siguiente, Gulliver, estrenado en Locarno 2014, pareciera un film sobre dos hermanos, interpretados por Renzo Cozza y Agostina Luz López, junto a su atiborrado e incómodo ambiente familiar. La madre cuenta un sueño en el comienzo, donde un hombre que muere es devuelto a la vida, pero más joven. Más tarde, los hermanos van a una fiesta, pero la chica se emborracha y ya no quiere volver a casa. Ella, el chico con el flirtea y su hermano deambulan por distintas locaciones, hasta que la línea de lo real parece difuminarse. Sentados en una gran estatua, el estatuto entre los tres cambia y de pronto ya no son quienes eran. Al volver a casa de madrugada todo es distinto.
Esta sensación de que la mentira y lo ficticio se funden con lo real es un marco amplio de exploración en todos los cortos de Alché, donde no solo el dominio actoral, sino también una particular visión de la puesta en escena, la marcan como una cineasta interesada en los juegos narrativos tan fructíferos en su tierra. El espectador debe enfrentarse entonces a no saber de qué código asirse y dejarse perder en estos senderos que se bifurcan.